CENTRO de PSICOLOGÍA, SEXOLOGÍA y LOGOPEDIA
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Trastornos de la Conducta Infantil

 

En muchas ocasiones, de manera cariñosa llamamos príncipes o princesas a nuestros hijos. Pero a veces, casi sin ser conscientes, pueden convertirse en emperadores o emperatrices.

 

El Síndrome del Emperador describe aquellos niños o niñas que se constituyen como verdaderos tiranos en su relación con los padres.

Son exigentes, intolerantes y pueden llegar hasta la agresión si se les contraría en sus demandas.

Son niños que no admiten el no.

Y esto siendo niños, ¿se imaginan siendo adolescentes?

 

 

CONCEPTO

 

Denominamos problemas de conducta a aquellos comportamientos que hace un chico, que no son habituales y están considerados inadecuados por nuestras normas sociales.

 

Estos problemas pueden interferir el desarrollo de una clase escolar, la dinámica familiar o la vida del propio interesado.

 

Cuando la distorsión que se produce afecta significativamente los contextos anteriores podemos considerarlo un trastorno y, por tanto, precisa ser valorado y tratado por un psicólogo.

 

 

SÍNTOMAS

 

Los problemas conductuales que pueden presentar estos niños son muy variados. Algunos de ellos son:   gritar, amenazar, romper cosas, desobedecer, negarse a todo, insultar, agredir físicamente, robar o fugarse.

 

Estos chicos suelen tener un perfil:

 

  • A nivel cognitivo: Tienden a presentar un autoconcepto bajo y negativo de sí mismos; son egocéntricos y no toleran la frustración.

 

  • A nivel afectivo: Les cuesta controlar las emociones; tampoco son empáticos, es decir, no son capaces de ponerse en el lugar de los demás.

 

  • A nivel interpersonal: Suelen tener dificultades con las personas que les rodean, bien por sus conductas agresivas, bien por no saber relacionarse con sus iguales.

 

 

CAUSAS

 

Las causas de estos comportamientos disruptivos son variadas y, en muchas ocasiones, se deben a la conjunción de varias de ellas que actúan en común.

 

Las causas pueden ser:

 

Internas:

 

  • Como causas genéticas
  • Desequilibrio químico cerebral
  • Causas emocionales (por ejemplo, trastornos de ansiedad o de depresión infantil)
  • Trastorno congénito

 

Y también existen causas externas:

 

  • Ambiente familiar desestructurado
  • Inadecuada educación por parte de los padres
  • Celos hacia un hermano
  • Problemas para afrontar los estudios
  • Acoso escolar
  • Separación o divorcio de los padres
  • Abuso sexual
  • Consumo temprano de alcohol o drogas, entre otras causas.

 

Es muy importante detectar la causa que lo esté provocando para incidir sobre ella, reduciéndola o eliminándola.

De esta forma, muy probablemente, también desaparezcan los problemas comportamentales.

 

 

Antes de actuar, debemos tener en cuenta la frecuencia e intensidad de los comportamientos alterados; la edad del crío; o hechos puntuales que hayan perturbado la vida del niño, para decidir si se trata de una conducta esporádica y pasajera o estamos ante un trastorno de conducta, frente al cual ya debe intervenir un especialista en Psicología Infantil.

 

 

TRATAMIENTO

 

En caso de necesitar un tratamiento, deberemos personalizarlo, atendiendo la etiología, la edad del niño, así como los condicionantes familiares, escolares y sociales que rodeen a la persona.

 

Pero la familia puede hacer mucho para evitar que aparezcan comportamientos inadecuados o, una vez que aparezcan, poderlos controlar.

 

Les recomendamos que cojan papel y lápiz porque les vamos a ofrecer un decálogo para conseguir esos objetivos.

 

Estas 10 pautas de actuación son:

 

1)       Ponga límites:   Los límites a las demandas de los niños y adolescentes son fundamentales. Si no limitamos esas demandas a tempranas edades, posteriormente son mucho más difíciles de asentar.

 

Poner límites no significa imponer un estilo cuartelario, ni imperativo; sino explicar con tono adecuado, pero firme, que hay unas normas que deben ser respetadas, de lo contrario tendrán una sanción.

 

 

2)       Claridad y simplicidad: Hay que ser claros a la hora de indicar las normas y límites, adaptando las exigencias y nuestra habla a la edad del niño.

 

Esto implica, concreción. No debemos quedarnos en un simple: “Pórtate bien”, que es algo amplio y abstracto. Sino que debemos hacerle saber lo que esperamos de él o de ella; por ejemplo: “Quédate sentado en la silla…, o Guarda tus juguetes en su cesta …”

 

 

3)       Atención a comportamientos positivos:   Es muy frecuente que los padres y profesores sólo atiendan los comportamientos inadecuados;   esto hace que los niños aprendan que únicamente obtienen atención usando conductas inadecuadas.

 

Es muy importante reconocer y alabar los comportamientos satisfactorios que a diario hacen las personas y que suelen pasarnos desapercibidos.

 

Y todo lo contrario, ante llamadas de atención, ignórelas.

 

Lo mejor para que no aparezcan conductas problemáticas es reforzar y alabar comportamientos que sean incompatibles con dichas conductas.

Así, por ejemplo, si un niño grita con frecuencia, debemos elogiar cada vez que hable con tono normal, haciéndole ver el motivo de nuestra aprobación.

 

4)       Consenso: Padre y madre deben sentarse a consensuar cuáles serán las normas y límites que aplicarán a sus hijos.

 

Se comete un grave error cuando la madre limita una conducta y el padre no, o viceversa;   o bien, que un progenitor imponga un castigo y el otro lo retire.

                        

5)       Evitar la desaprobación de la persona: Padres y profesorado deben evitar desaprobar a la persona; lo que debemos es desaprobar las conductas inadecuadas.

 

6)       Flexibilidad:   Debemos acomodar los límites, las normas, las recompensas y sanciones a la edad y características del niño.

 

7)       Coherencia: No debemos exigir comportamientos que los adultos no seamos capaces de realizar previamente.

 

Los niños tienen a sus padres y profesores como sus espejos, como sus modelos.

Nunca debemos olvidar que nuestros comportamientos y actitudes muy probablemente sean imitadas por ellos.

 

8)       Autocontrol: Esta conducta es complicada de aplicar. Pero como decíamos antes, debemos ser modelos.

Por tanto, ante comportamientos inadecuados, berrinches o rabietas lo peor que podemos es perder los nervios y ponernos también nosotros a gritar.

 

Entrando en discusiones con ellos y poniéndonos a su nivel perdemos el control de la situación.

 

Aprenda a contar hasta 5 antes de responder o actuar para no hacer o decir cosas de las que luego se arrepienta.

 

9)       Disciplina y sanciones: Los niños y adolescentes deben saber que cuando incumplan o trasgredan las normas tendrán unas sanciones, que previamente deberían conocer.

 

La disciplina o sanciones que impongamos a la trasgresión deben ser:

 

- Inmediatas al hecho.

- Firmes: significa que una vez impuesta la sanción ésta se cumplirá

íntegra, sin perdonarla por lástima o por promesas de que

no volverá a hacerlo.

- Las sanciones deben ser positivas: de manera que si es posible sirvan  

para remediar el acto inadecuado.

- Y Justas y adaptadas a la edad del crío y a la magnitud de su acción.

 

10) Constancia y paciencia: Las normas, sanciones y modelajes deberemos aplicarlos de manera constante en el tiempo para que sean efectivos.

 

Si todo lo anterior sólo lo empleamos ocasionalmente, o no lo llevamos a la práctica por estar cansados, disfrutar del fin de semana u otros motivos, nuestra labor educativa estará condenada al fracaso.

 

Por eso, para que estas pautas seas efectivas, necesitamos de tiempo con el fin de que surtan efecto.

 

Pero también necesitamos de paciencia; a veces, mucha más que incluso el mismísimo Job, conocido como el santo de la paciencia.

 

 

CONCLUSIÓN

 

Para finalizar, recuerde que desgraciadamente, al menos por ahora, los niños no nacen con un manual de instrucciones educativas.

 

En nuestras manos está el progresivo moldeamiento para lograr personas educadas y equilibradas.

 

De lo contrario, sin darnos cuenta, podemos estar creando pequeños déspotas que cuando sean jóvenes pudieran convertirse en auténticos dictadores de nuestra familia y de la propia sociedad.

 

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