CENTRO de PSICOLOGÍA, SEXOLOGÍA y LOGOPEDIA
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Escuela de Padres (1ª Parte)

 

Es posible que en más de una ocasión hayan visto en la calle a padres pelearse o discutir, literalmente, con sus hijos de 3-4 años; hijos que desobedecen, gritan a sus progenitores, les insultan e incluso les golpean, y no hablemos ya cuando se trata de chicos de 10 años en adelante.

 

¿Por qué una pareja de personas adultas, triunfadoras en el campo profesional, personal y social puede llegar a fracasar como padres?

                                                                                                                              

Parto de la base de que la gran mayoría de los padres actuamos llenos de buena voluntad, pero no siempre esas actuaciones son acertadas. Y el mantenimiento en el tiempo de actuaciones desacertadas puede provocar que los niños primero, y los adolescentes después, no tengan un desarrollo equilibrado y feliz, con la consiguiente angustia, desconcierto y desesperación en los padres.

 

 

 

DESARROLLO

 

Como ya escribimos en otro artículo, los niños no nacen con una manual de instrucciones educativas, así que nuestras buenas intenciones, el tipo de educación que nosotros mismos hayamos recibido, la lógica y algún que otro libro para padres son las armas con las que habitualmente contamos.

 

Entenderá el lector que es complicado sintetizar los contenidos que se dan en cursos con una duración anual en un artículo breve. Pero aún así, intentaremos dar una serie de indicaciones y orientaciones, que dividiremos en dos bloques.

 

En este artículo primero nos ceñiremos al primero de los bloques, los Errores más frecuentes que cometemos como padres. Y en el segundo artículo desarrollaremos el otro, el de Pautas educativas.

 

ERRORES MÁS FRECUENTES QUE COMETEMOS COMO PADRES

 

  • Permisividad. Cuando los niños nacen no tienen conciencia de lo que está bien y de lo que está mal. Un error bastante común es dejar que los niños hagan prácticamente lo que quieran. Esto puede suceder porque la educación que los padres recibieron fue excesivamente estricta y no quieren que sus hijos vivan en un ambiente tan coercitivo; puede que se deba a que se piense que si les pone límites se está coartando sus libertades como persona; o bien porque cuando la madre o el padre llega a casa tras la jornada laboral no le apetece (entre comillas) “pelearse” con sus hijos o ser el malo o la mala de la película, por ejemplo.

 

Si se le permite gritar, no recoger sus cosas o subirse al sofá porque es pequeño, por no frustrarlo o porque usted se encuentra cansado está empezando el inicio de una incorrecta educación.

 

Desde el año y medio, aproximadamente, los niños necesitan referentes y que se les ponga límites concretos. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. Pero para ello, antes ustedes deben tener muy claro las normas educativas.

 

  • Decir no y después ceder. Este error es con diferencia el más frecuente y uno de los que más daño hace a la educación de los niños y a nuestra imagen como padres. Si usted le dice a su hijo NO, esto es innegociable; no hay marcha atrás, y esto debe ser una regla de oro,   por mucho llanto, promesas o pataleo que el niño realice.

Tenga en cuenta que hay niños cuyas habilidades dramáticas ya las quisieran para ellas muchas de las estrellas de Hollywood.

 

Por tanto, antes de decir NO, piénselo bien, porque luego no habrá marcha atrás.

 

  • Autoritarismo. Sería lo contrario a la permisividad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia.

El autoritarismo conlleva que los hijos hagan lo que los padres mandan sin ningún tipo de razonamiento o posibilidad de alternativa.

Tan inadecuado es permitir que los niños hagan lo que quieren como el autoritarismo, porque este último sólo conlleva sumisión, personas sin autocontrol, sin iniciativa ni capacidad de elección.

Incluso podemos conseguir todo lo contrario con la llegada de la adolescencia: rebeldía y oposición.

 

  • Falta de coherencia. La coherencia debe estar en las pautas o límites educativos; es decir, lo que está mal lo está siempre y en cualquier situación.

 

Las reacciones del padre o de la madre han de seguir permanentemente la misma línea ante los mismos hechos.

Nuestro estado de ánimo o nuestro agotamiento han de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos Si hoy está mal pintar en el sofá o dar un portazo,  mañana, también.

Pero además debe existir,  como se dijo en otro espacio,  coherencia entre los padres, por lo que ambos deben consensuar previamente los límites y las pautas educativas.

 

  • Perder el control. Creo que pocas personas no hemos perdido el control en algún que otro momento; es normal. El problema es cuando se pierde casi a diario, cuando se hace de los gritos el modo de control del niño.

 

Si caemos en este error, llegará un momento que el niño se acostumbre a los gritos, porque le aseguro que llegará a acostumbrarse, lo que puede provocar la ira del adulto, que a su vez le pudiera llevar a los insultos y a la agresión.

 

Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva, generalmente, una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño.

 

El mantenimiento de esta actitud es el mejor camino para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre padres e hijos.

 

Nunca debe llegar a este extremo. Si ustedes como padres se sienten desbordados, deben pedir ayuda a tutores, psicólogos, acudir a una escuelas de padres...

 

  • No cumplir promesas ni sanciones. Cada promesa o amenaza que usted no cumpla es un jirón de autoridad que se queda por el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir, que después pueda cumplir o aplicar.

 

Ante lo que solemos llamar un “calentón”, podemos castigar a un niño con 3 meses sin videoconsola, o a un mes sin salir a la calle. Pero pasados unos días, una semana que haya olvidado en parte el enfado inicial, ¿sería capaz de mantener esa sanción?

 

Por tanto, antes de amenazar o prometer piénselo detenidamente.

Recomiendo no dar una respuesta inmediata, sino decirle a su hijo que lo pensará, que se marche a su habitación o a otro lugar y que en 5 minutos le responderá; tiempo suficiente para reflexionar sobre lo que va a decirle y ser razonables en las promesas y justos en los castigos.

 

  • No saber escuchar. Cuántos padres no escuchan a sus hijos… Es fundamental tener paciencia y detenernos para escuchar lo que nos quieren decir los niños, por pequeños que sean. Es posible que muchas veces sepamos lo que nos van a decir, o que para nosotros no tenga demasiada importancia esa información que nos quieren transmitir. Pero es muy importante que desde pequeños tengan la certeza de que sus padres escuchan sus cosas, que sus padres muestran interés por sus temas, sus aficiones, sus logros o problemas. Es además, una manera de servirles de modelo, como parte de la convivencia y de la comunicación y evitar que llegada la adolescencia puedan decirnos:   “Tú nunca me has escuchado”.

 

  • No negociar. Pero tampoco debemos caer en el error de ser rígidos e inflexibles, de no negociar nunca con nuestros hijos.

 

No negociar nunca supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo tanto incomunicación.

 

Habrá aspectos que tengamos muy claros y que sean innegociables, pero habrá otros muchos que podamos hablar y llegar a un acuerdo entre ambas partes;   es también otra forma de enseñarles a cómo actuar en la vida.

 

  • Y el último error es Exigir éxitos inmediatos. Si le parecen oportunas las orientaciones que les doy y las ponen en práctica, no esperen que los resultados se alcancen en una semana. Con frecuencia, los padres tienen poca paciencia con sus hijos y querrían que fuesen los mejores... pero que lo fuesen ¡ya!

 

Sin embargo, todo requiere un tiempo de aprendizaje y asimilación.

Algunos objetivos se consiguen en meses y otros, incluso, precisarán años para alcanzarlos.

Por tanto, tiempo y mucha paciencia.

 

CONCLUSIÓN

 

Es cierto que hoy en día es muy difícil ser un buen padre, o tan solo un padre.

 

Con el aumento de los divorcios, separaciones, madres solteras y las familias en las que el padre y la madre trabajan fuera de casa, el tiempo que queda para los hijos es muy escaso.

 

A pesar de esto, siempre es posible ser mejor padre o madre de lo que se es sabiendo lo que   no debemos y lo que debemos hacer.

Nunca es tarde para cambiar o para mejorar, si se desea.

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