CENTRO de PSICOLOGÍA, SEXOLOGÍA y LOGOPEDIA
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El Duelo en los Niños

 

Inevitablemente el proceso de la muerte es tan inherente al ser humano como el de la vida. Es además, aunque no nos agrade, necesario. La muerte de algo o alguien da paso a lo nuevo, a la vida, a la renovación. Es un tránsito del que, por ahora, nadie por ahora se libra.

 

Los adultos, generalmente, somos capaces de superar la muerte de un ser querido. Tenemos las estrategias necesarias para aceptarlo y convivir con ello. Pero, ¿cómo gestionar esta situación trágica a en el caso de los niños?

En ocasiones, los niños también deben enfrentarse a este tipo de situaciones (fallecimiento de un ser querido, abuelos, tíos, padres...) y no saben o no sabemos resolver ese trance.

 

Intentaremos a través de este artículo de exponer qué suelen sentir, según edades y qué podemos hacer en circunstancias similares.

 

Los niños son niños, pero no son tontos. Es decir, aún siendo pequeños, se dan cuenta de que “algo”, más o menos graves ha sucedido en su entorno. Los llantos, las ropas de luto (ya cada vez menos), los comentarios, las expresiones de tristeza de los rostros... Por tanto, son conscientes de que un acontecimiento ha ocurrido a su alrededor y trabajar el duelo con el niño no es apartarle, aislarle de lo que sucede para “ahorrarle sufrimiento”.

 

Sólo en el caso de muertes repentinas e inesperadas, es aconsejable (aunque no siempre posible) apartar al niño durante las primeras horas. El niño puede y debe percibir que los adultos están tristes, o que lloran, que lo sienten tanto como él, pero evitaremos pueda presenciar escenas desgarradoras de dolor y pérdida de control de los adultos. Evidentemente, lo que no podemos caer en el error es de decirles comentarios como "Yo también me quiero morir", “Por qué Dios no me llevó a mí”, o "¿Qué va ser de nosotros?".

 

Según la edad y el modelo de crianza los niños darán unas respuestas conductuales, fisiológicas y emocionales diferentes.

 

Respuestas de 2 a 5 años:

Perplejidad
En estos casos, los niños se muestran confusos sobre lo que ha ocurrido o se niegan a creerlo. Es posible que pregunten reiterativamente: "Dónde está mamá?". Desean saber cuándo va a volver la persona fallecida, o la buscan activamente.

Regresión
Se pegan al progenitor superviviente, se quejan, se hacen pipí en la cama, piden un biberón, se chupan el dedo, por lo que se dan conductas regresivas que ya tenían superadas.

Ambivalencia 
Hay casos en que parece que los niños no están afectados en absoluto. Responden ante la noticia con preguntas o afirmaciones inadecuadas. Aunque sea una reacción desconcertante, es bastante común. Significa que no ha aceptado o afrontado la muerte, pero comprende lo que ha sucedido. Lo más habitual, es que el niño elabore el duelo alternando fases de preguntas y expresión emocional, con intervalos en que no menciona para nada el asunto. Muchos demuestran el malestar semanas, meses e incluso años más tarde.

Rabia y enfado

Muestran enfado, irritabilidad por haber sido abandonados, y pueden expresarla de muchas maneras: irritabilidad, pesadillas, juegos ruidosos, travesuras…Es frecuente que dirijan el enfado hacia un familiar cercano. Permitirle que saque la rabia gritando, corriendo, saltando, golpeando con cojines, por ejemplo…

Expresión del dolor a través de los juegos
Con sus compañeros y amigos pueden jugar a morirse, al entierro…Todos estos comportamientos son absolutamente normales y tienen que ser respetados como necesarios para que el niño realice de forma adecuada el duelo.

Padres como modelo
No es malo que los niños vean el dolor y la tristeza. No tengamos miedo de mostrar los propios sentimientos delante del niño (excepto manifestaciones violentas de rabia y dolor) Cuando le mostramos lo que sentimos, el niño nos percibe más cercanos, y es más fácil que nos diga el también, lo que le está pasando.
Un padre o una madre que no se inmute después de una muerte para no entristecer a sus hijos, puede hacer que éstos "congelen" sus emociones. O si muestra cólera, un dolor extremo o una conducta histérica, su hijo puede imitar este comportamiento.

Temor a la muerte o otra pérdida
Los niños más pequeños creen que la muerte es contagiosa y pueden pensar que pronto le llegará su turno. Explicarles que no tienen nada que temer. 
Les preocupa que el padre o la madre superviviente también les abandone. Se preguntan qué les ocurriría y cómo sobrevivirían.

Necesidad de vínculos afectivos
Aunque el niño sepa que su ser querido ha muerto, siente necesidad de seguir manteniendo una relación afectiva, y así, la persona fallecida puede por un tiempo convertirse en un padre o madre imaginario. En algunos casos, podemos ayudar al niño dándole algún objeto personal del fallecido, que este conserve como un recuerdo precioso y una forma de unión íntima con él.
El niño puede establecer vínculos afectivos con otros adultos que se parezcan al difunto o tengan unas cualidades similares (un familiar, la maestra, el psicólogo...) y pedirles que sean su padre o su madre. Esta conducta es bastante común y no significa que el padre superviviente no satisfaga las necesidades del niño.

 

Comprobación de la realidad
Al principio es posible que parezca y saben y aceptan lo que ha ocurrido, pero después, al cabo de varias semanas o meses, preguntan cuando volverá o lo buscan por la casa

 

 

Respuestas de 6 a 9 años 

Ya a estas edades, los niños tienen más claro el concepto de muerte y saben que ésta es permanente y real. Algunas de las respuestas que pueden presentar son:

Negación
Una respuesta muy común es negar que la muerte haya ocurrido. Es su negación pueden mostrarse muy agresivos. Algunos pueden mostrarse más contentos y juguetones que de costumbre, como si la pérdida nos les hubiera afectado. Los adultos pueden malinterpretar esta conducta y reaccionar con cólera o simplemente ignorar a los niños. Pero en realidad esta negación indica que los niños sienten un dolor tan profundo que intenta levantar un muro para que la muerte no les afecte.
Los niños necesitan oportunidades para llorar la pérdida y es posible que también necesiten permiso para hacerlo. Se puede decir algo como: "No tienes que mostrar tu tristeza a todo el mundo, pero si quieres puedes compartirla conmigo. Si tienes ganas de llorar y estar triste a solas, me parece muy bien, pero después de estar así durante un rato, sería bueno que hablaras con alguien de como te sientes.

Idealización

Insistir en que "mamá era la persona más lista o perfecta del mundo", por ejemplo, les permite mantener una relación imaginaria con la persona fallecida.

Culpabilidad

Es una respuesta normal, sobretodo si no pueden expresar la tristeza que sienten. Comentarios en vida como "vas a matarme", pueden hacer creer al niño que su mala conducta ha contribuido a la muerte.
Si además la niegan y fingen ser valientes como parte de la negación, los adultos pueden aumentar el sentimiento de culpa al corregirlo o enojarse con él al parecer que la muerte no le importe.
A los niños que se obstinan en negar la muerte y no dejan de sentirse culpables, es difícil que superen la situación sin ayuda.

El miedo y la vulnerabilidad
Es normal que los niños de estas edades  se sientan asustados y vulnerables. Intentan ocultar sus sentimientos, sobretodo a los niños de su edad, porque no quieren que sus amigos o compañeros de la escuela los consideren "diferentes". Los niños sobre todo pueden actuar con bravuconería o agresividad.

Ocuparse de los demás
Pueden asumir el papel del fallecido y cuidar de sus hermanos más pequeños o asumir tareas que antes realizaba el padre o la madre que ha muerto.

Búsqueda del fallecido
Pueden ir de una habitación a otra, o buscarla en el desván o en el sótano. la mejor respuesta es dejar que sigan buscando. Les puede consolar saber que nosotros también a veces sentimos el deseo de hacerlo.

 

 

Una vez sabemos las respuestas que pueden dar, la otra pregunta es ¿qué podemos hacer en estos casos, cómo debo actuar? Les exponemos diez preguntas-respuestas ofrecidas por W.C. Kroen:

 

 

1.    ¿CÓMO PUEDO COMUNICAR A MIS HIJOS LA MUERTE ACAECIDA?

 

Con dulzura y afecto, usando palabras sencillas y sinceras. Siéntate con ellos en algún lugar tranquilo, rodéalos con tus brazos y háblale sobre la muerte. No tengas miedo de decir “ha muerto” o “muerto”. Por ejemplo, podrías decirles: “Ha ocurrido algo muy, muy triste. Papá ha muerto. Ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir. Le queríamos mucho y sabemos que él también nos quería. Lo vamos a echar mucho, muchísimo de menos”.

 

Explícales con pocas palabras cómo ha muerto el ser querido. Por ejemplo: “Ya sabéis que papá ha estado muy, muy, muy, muy enfermo durante mucho tiempo. La enfermedad que sufría le ha causado la muerte”. O “Papá ha tenido un accidente. Quedó muy, muy, muy, muy malherido, y el accidente le ha causado la muerte”. Los múltiples “muy” ayudan a los niños a distinguir la muerte del ser querido, de los momentos en que estaba “muy enfermo” o “muy malherido”.

 

Al referirse a la muerte, evita usar eufemismos como “pérdida”, “se lo han llevado”, “ha desaparecido” o “ha emprendido un largo viaje”, porque alimentan los miedos que tienen los niños a ser abandonados y crean ansiedad y confusión. Nunca les digas que el “ser amado se ha ido a dormir”, porque esto podría hacer que tuvieran miedo al ir a acostarse por la noche.

 

Muchos niños preguntan: `¿Qué significa “ha muerto”?´. Explícaselo de nuevo con palabras sencillas y sinceras: “Significa que el cuerpo se ha detenido del todo. Ya no puede caminar, respirar, comer, dormir, hablar, oír o sentir nunca más”.

 

2.    ¿QUÉ PUEDO DECIRLES CUANDO MIS HIJOS ME PREGUNTAN “POR QUÉ”?

 

“¿Por qué mamá ha muerto?” “¿Por qué papá ha muerto?” “¿Por qué la abuela ha tenido un accidente?” “¿Por qué me ha pasado a mí?”. Todas ellas son preguntas difíciles de responder. Está bien admitir que tú te has hecho las mismas preguntas. Explícales después que todos los seres de la tierra han de morir algún día. Que le ocurre a todo el mundo. Y que la muerte es una de las cosas que no podemos controlar.

 

Asegúrate decirles que no echen la culpa a nadie, ni al ser amado que ha muerto, ni a Dios, ni sin duda a ellos mismos. Diles con gran claridad: “No ha sido por culpa vuestra”. Nada de lo que ellos hayan dicho, hecho o pensado ha causado la muerte del ser amado.

 

3.    ¿DEBO HABLARLES DE LA MUERTE EN TÉRMINOS RELIGIOSOS?

 

Es una decisión que cada familia debe tomar por sí misma. En general, depende de la educación religiosa que los niños hayan recibido. Si han crecido en una comunidad de creyentes, podrán comprender mejor tus referencias religiosas. Pero en el caso contrario, es probable que no sea el mejor momento para iniciarlos en la religión, ya que esto los confundiría. En cualquier tragedia, evita decir cosas como “Dios se ha llevado a papá”, o “Dios quiso que mamá se fuera con Él”, porque los niños pequeños podría crearles miedos.

 

4.    ¿DEBEN IR MIS HIJOS AL VELATORIO, AL FUNERAL Y AL ENTIERRO?

 

Ésta es también una decisión que cada familia debe tomar por sí misma. Como guía general, a los niños se les debería dejar ir a partir de los seis años, si así lo desean. Asistir a este tipo de importantes rituales con los miembros de la familia y los amigos da a los niños una oportunidad para expresar su dolor, obtener fuerza y apoyo de los demás, y despedirse del ser amado. Sienten que forman parte de un grupo que sigue con la vida a pesar de la pérdida, y reciben consuelo y seguridad al estar incluidos en él.

 

Asegúrate de prepararlos con antelación explicándoles lo que ocurrirá y lo que van a ver, oír y hacer. Diles si el ataúd estará abierto o cerrado, y explícales que posiblemente mucha gente llorará. Deja que hagan preguntas. Si te sientes demasiado afligido para hacerlo por ti mismo, pide a un miembro de la familia o a un amigo que se ocupe de ello.

 

¿Y si los niños no quieren asistir a estos rituales? No los obligues a acudir ni hagas que se sientan culpables por no haber ido.

 

5.    ¿LES HARÁ DAÑO A MIS HIJOS SI ME VEN LLORAR Y ESTAR APENADO?

 

En absoluto. Los niños necesitan aprender a expresar el dolor y la mejor forma de hacerlo es aprenderlo de los adultos que se ocupan de ellos. Cuando lloras, estás enseñando a tus hijos que está bien llorar. Cuando tienes expresión triste, les estás dando permiso para mostrar sus emociones. Si los adultos fingen no inmutarse y niegan sus sentimientos, naturalmente eso será lo que sus hijos aprenderán a hacer, lo cual no es una respuesta sana ante un profundo dolor. No temas mostrar tus emociones delante de tus hijos.

 

6.    ¿Y SI ESTOY DEMASIADO APENADO PARA OCUPARME DE LAS NECESIDADES DE MIS HIJOS?

 

Antes de ocuparte de tus hijos, necesitas cuidar de ti. Descansa, come suficientemente y busca consuelo y apoyo en los miembros de tu familia y en los amigos. Intenta encontrar a otro adulto que pueda ocuparse de tus hijos hasta que tú estés en condiciones de poder ayudarlos.

 

7.    ¿DEBO CONTAR A LOS MAESTROS DE MIS HIJOS LO QUE HA OCURRIDO?

 

Sí, lo antes posible. Los maestros pueden ayudar controlando la conducta y el estado emocional de tus hijos durante las semanas y los meses siguientes al deceso, y ofrecer orientación y comprensión a los niños que se sienten tristes, enojados o deprimidos.

 

8.    ¿CUÁLES SON ALGUNAS DE LAS FORMAS EN LAS QUE LOS NIÑOS REACCIONAN A LA MUERTE DE UN SER QUERIDO Y CÓMO DEBO YO RESPONDER?

 

Algunos niños se sienten culpables o responsables de la muerte de un ser querido. Pueden creer que sus palabras o pensamientos enojados, o su mala conducta, han causado la muerte. Tranquilízalos diciendo que esto no es cierto.

 

En los casos en que uno de los padres ha muerto, los niños se aferran al padre o la madre que ha sobrevivido. Les preocupa muchísimo que éste pueda también morir y que se queden sin nadie que los cuide. Este miedo a ser abandonados es totalmente normal. Tranquilízalos diciendo que siempre habrá alguien que se ocupe de ellos.

 

Algunos niños experimentan una regresión y se comportan como si tuvieran menos edad dando guerra y teniendo rabietas. ¡Ten paciencia! Todos estáis bajo una terrible presión y tus hijos se encuentran menos preparados que tú para hacer frente a esta situación. Llámales la atención cuando se comporten mal, y sigue poniendo y fijando límites como de costumbre.

 

9.    ¿CUÁNDO ES CORRECTO QUE MIS HIJOS VUELVAN A JUGAR?

 

 Tan pronto como sientan deseos de hacerlo. Los niños tienden a llorar la pérdida de un ser amado a rachas. En un momento estarán llorando de tristeza y al siguiente riendo mientras juegan en los columpios. El juego es muy terapéutico para los niños. Les ofrece un descanso para dejar de estar tristes, les da la oportunidad de expresar sus sentimientos a su manera, y les permite liberar la ansiedad y el estrés que sienten a través del movimiento.

 

10. ¿QUÉ ES LO MÁS IMPORTANTE QUE PUEDO HACER AHORA MISMO POR MIS HIJOS?

 

 Permanecer a su lado, ser sincero con ellos y amarlos.

  

 

Fuente: W. C. Kroen (2002). “Cómo ayudar a los niños a afrontar la pérdida de un ser querido. Un manual para adultos”. Ed. Oniro.

 

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